Las habitaciones, como todo en este hotel, están decoradas en un sublime estilo neobarroco, muy marcado pero sin ser demasiado pomposo. Es verdad que resulta un tanto extravagante, aunque se ha prestado gran atención a los detalles, con una combinación de formas, materiales y colores perfecta. Las habitaciones más bonitas, situadas en el último piso, dan a los tejados de la Sorbona y a la cúpula del Panteón. Son abuhardilladas y tienen un especial encanto. Las habitaciones están tapizadas con ese famoso tejido grueso que se inspira en las antiguas tapicerías, aunque con un estilo más depurado, estampados con flores o arabescos. Todas ellas están decoradas en colores diferentes, desde un sobrio gris antracita hasta el azul eléctrico, pasando por un sedoso y acogedor rojo. El suelo está cubierto de moqueta, diferente en cada habitación, y algunas tienen un elegante embaldosado oscuro. En conjunto desprende una perfecta armonía, con cubrecama que combina con los colores predominantes en la habitación, con cortinas a juego y un mobiliario especialmente concebido para el hotel, compuesto por mesas y camas de diferentes colores en cada una de las habitaciones. Los cuartos de baño poseen azulejos de motivos marrones o grandes losas de tonos plateados, con motivos inscritos en el esmalte. El espacio es fabuloso, con una majestuosa bañera junto a la cama que domina sin pudor ni complejos la habitación, algo que no gustará a todo el mundo. Algo casi único en París y que representa la particularidad del hotel es que, en todas las habitaciones, hay ordenadores Mac con acceso gratuito a Internet y que sirven también como televisión.