El hotel Le Mistral hace honor a su nombre porque, nada más entrar, sopla un aire tranquilo y dulce, y se respira una excelente atmósfera acogedora y campestre. Este hotel es un pequeño tesoro rodeado de vegetación perdido en la gran ciudad. De hecho, su principal y gran atractivo es su espléndido patio interior, repleto de flores, arbustos y matorrales, en el que se han dispuesto unas sillas y unas mesas de color, que podríamos encontrar en todos los patios mediterráneos. Allí podrás desayunar. El resto de las zonas comunes del hotel también son muy acogedoras y están muy bien acondicionadas. En el vestíbulo hay un salón formado alrededor de un cómodo sofá de piel y de varios sillones que invitan generosamente a sentarse. El suelo de parqué es de una magnífica calidad. La sala del desayuno comunica por unos grandes ventanales con el patio, situado más abajo, que atrae todas las miradas y que invita firmemente a los clientes a instalarse. Además, el trato es realmente muy agradable, sin el recelo, las caras lúgubres y el estrés que es tan típico encontrar en los hoteles parisinos.