El Grosvenor no tiene nada que envidiarle a los 5 estrellas de la capital inglesa. Las habitaciones respetan pocos elementos del mapa gráfico victoriano, pero al menos se aprecia un mobiliario completamente nuevo (la última renovación se remonta a enero del 2012) que moderniza el conjunto. Las camas, recomendadas por la propia Reina, invitan al descanso. Los tonos rojo, negro, gris y blanco iluminan la estancia y hacen que resulte más espaciosa. En cuanto a los baños, nos hubiese gustado que fuesen un poco más grandes en las habitaciones estándar. Un defecto que han subsanado en las categorías superiores. El hotel ofrece servicio de habitaciones las 24 horas del día así como un kit de té y café en las habitaciones. Es una lástima que la conexión wifi sea de pago.
Los clientes más afortunados podrán permitirse el lujo de pasar una noche en la suite Cora Pearl, extremadamente kitsch pero muy sorprendente. Esta habitación que debe su nombre a una antigua prostituta de lujo permite disfrutar de todos los servicios del hotel gratuitamente. En la cama muy bien adornada preside un látigo, indicio vehemente de las sorpresas que se ocultan en la habitación. En un armario encontramos dos camisones descocados, a disposición de los clientes que deseen pasar una noche loca. La bañera con cuatro patas de plata está separada de la habitación por un trozo de pared y es absolutamente magnífica. En la estancia reina la frivolidad, desde los sofás de leopardo al mobiliario plateado, pasando por los cojines de flecos. La gran televisión de pantalla de plasma oculta detrás de un espejo es simplemente maravillosa.