Como sucede en muchos hoteles londinenses situados en edificios históricos, el restaurante se encuentra en el subsuelo sin ventanas por donde la luz del día pueda penetrar. Por suerte, esta falta queda compensada gracias a una iluminación artificial y una bonita decoración como por ejemplo los cuadros abstractos coloridos de las paredes. Desafortunadamente, la variedad de la comida deja mucho que desear. El desayuno es continental con cereales, queso, embutidos, bollería y panecillos, y la cena a la carta. Las recetas, ya sean inglesas o internacionales, parecen tener siempre el mismo gusto. A mediodía se ofrece un menú de tentempiés de bocadillos, ensaladas o pizzas.