Tras haber sido un edificio de viviendas (edificado en 1860) y haber albergado las celdas de las monjas de la parroquia vecina de San Agustín, este inmueble se convirtió en un hotel de dos estrellas, la Fonda hasta el 2009 cuando se transformó en el hotel España. Entrando te llamará la atención el vestíbulo y el restaurante, dos joyas del modernismo catalán reformadas por Lluis Domenech y Montaner. En el patio de luz, llamado el patio del bom dia, el arquitecto introdujo un guiño divertido: en una pared una mujer que saluda para el buen día y en otra una que saluda para las buenas noches, de esta forma los huéspedes la ven cuando entran o salen de su habitación. Las vigas de las bóvedas (algunas de origen) y los murales se renovaron. El España fue el primer hotel de la ciudad que tuvo un ascensor. Hoy en día se remplazó (y se desplazó) por una magnifica escalera de mármol y de hierro forjado donde se añadieron pedazos de cerámica, originales. Debajo de la escalera se instaló un ordenador, a disposición de los clientes. En la recepción se mezclaron diferentes materiales: la madera, el mármol y los elementos decorativos dorados. También se procuró aportar un toque de decoración más actual, por ejemplo en el bar Arnau con sus elegantes taburetes, sus sillones de terciopelo y su impresionante chimenea: una escultura de Eusebi Arnau en alabastro, una alegoría de las diferentes etapas de la vida. En la primera planta, encima del patio de las sirenas, se instalaron unas banquetas con libros a disposición. En la terraza, ubicada en la última planta, encontrarás una pequeña piscina (abre en mayo o incluso antes si el tiempo acompaña) y un jacuzzi. El divertido mobiliario blanco que se escogió seguramente te llamará la atención, en especial las sillas con sus formas de grandes caras.