A diferencia de otras ciudades inglesas cuyos orígenes se remontan a la época romana, no fue hasta el siglo XIII cuando Liverpool, un pequeño puerto pesquero sin historia, empezó a cobrar importancia. Situada en la desembocadura del río Mersey, al noroeste de Inglaterra, su posición estratégica la convirtió en un puerto puntero durante el desarrollo del Imperio Británico en el siglo XVIII.
