Jacques Majorelle, pintor francés apasionado de los viajes y creador de este lugar excepcional, le dio sus cartas de nobleza. Llegó a Marruecos en 1917 y cayó bajo el hechizo del país y su cultura. Adquirió una parcela de algo más de una hectárea al noroeste de Marrakech, donde construyó una villa de influencia morisca y un taller de estilo bereber adyacente a la casa.
Decidió fusionar sus dos pasiones, la pintura y las plantas, en este increíble lugar y lo convirtió en una joya botánica. Unos años más tarde, se lanzó a la construcción de otro proyecto, esta vez de estilo cubista, y decidió trazar un jardín alrededor del edificio, que perfeccionaría con el tiempo con plantas exóticas (cactus, cocoteros y plataneros).