Bruselas

Bruselas, una capital sorprendente, que echa por tierra las ideas preconcebidas, para mejor. Francófona, pero también flamenca, europea y vecina, la primera ciudad belga ha conseguido la hazaña de gustar a todos los visitantes. Los más jóvenes viven la noche en un ambiente realmente cordial. Los mayores frecuentan las tiendas y los mercados de antigüedades. Los «adictos a las compras» conocen desde hace mucho los grandes nombres de la moda belga para vestirse de modo diferente, siguiendo las tendencias insólitas. Los golosos van el fin de semana para disfrutar de los pralinés, gofres azucarados y galletas especiadas. Aquellos que visitan Brujas se detienen a medio camino y se quedan un buen rato para pasear del Atomium a los estanques de Ixelles, redescubriendo los frescos de tebeo in situ, y entusiasmándose con el museo Horta (a todos nos gustaría tener una casa así). Los fanáticos del turismo económico saben aprovechar los precios asequibles (para quienes quieren pasar por París, desde 25 euros el trayecto en tren Thalys si se reserva con un mes de antelación). Ya en la ciudad saben disfrutar de un cucurucho de patatas fritas del mejor establecimiento (Chez Antoine en la plaza Jourdan, en el barrio europeo). ¿Prefieres una Lambic o una Mort Subite?, hay para todos los gustos, ¿pero a quién no le gustaría probar casi 1.000 cervezas belgas en más de 1.500 bares y tabernas? Conservando la lucidez a pesar de las burbujas, los amantes del arte y la historia se quedan en la Gran Plaza a pesar de la muchedumbre para admirar este cuadrilátero peatonal, que retumba por su afluencia (de este modo descubrimos que las ciudades no eran silenciosas antes del invento del coche), cuyas altas viviendas, iluminadas como monumentos al anochecer, ilustran perfectamente el cruce de intercambios que siempre ha constituido Bruselas.

Bruselas ha adaptado la bicicleta en libre servicio. Puedes probarla desde las paradas de la plaza del Agora (al lado de la Gran Plaza) para dirigirte en varias pedaladas al barrio del Sablon (anticuarios), en la avenida Louise, a los estanques de Ixelles (mercado de productos típicos, flores y accesorios por la mañana). El alquiler de las bicicletas cuesta 1,5 euros por semana, tarifa a la que se añade el tiempo de utilización, 1 euro por hora, excepto los 30 primeros minutos que se facturan a 0,5 euros. Se paga en los terminales mediante tarjeta bancaria internacional.

Situado en la casa del célebre arquitecto de Art Nouveau, en el número 25 de la Rue Américaine (metro: Horta). Una vivienda pensada, acondicionada y amueblada por Víctor Horta: excelentes interiores, comedor con cristaleras, habitación con cuarto de baño contiguo (poco habitual en aquella época), jardín de invierno bajo veranda en la última planta. El museo solo abre de 14:30 a 17:00 h (de martes a domingo). Al estar limitado el número de personas que pueden visitar la casa, a veces hay que esperar en la entrada. Deberás dejar la chaqueta y el bolso en el guardarropa (gratuito, pero obligatorio); la entrada para adultos cuesta 7 euros.

Si pasan por París, el billete de tren Thalys con destino a Bruselas es válido para todas las estaciones de llegada: Midi (donde tienen su terminal los Thalys), estación Central (a 300 metros de la Gran Plaza), estación del Norte (entre el jardín botánico y el barrio de negocios llamado «Manhattan»), estación de Luxemburgo (frente al Parlamento Europeo). Para llegar a una de estas estaciones, conserva tu billete Thalys, y coge uno de los trenes (diferentes del metro) que llegan a ellas desde Bruxelles Midi (salida cada 15 minutos aproximadamente).

Las visitas culturales los lunes: la mayoría de los museos (Centro Belga del Cómic, Museo Horta, Casa de Erasmo, Museos Reales de Bellas Artes) están cerrados ese día. El Atomium es una excepción, ya que abre los siete días de la semana.
Evita también ingerir las cervezas belgas por litro. Tienen un alto índice de alcohol, hasta 12º en la cerveza Bush.
Por último, presta atención a tus enseres, sobre todo en el centro histórico: los carteristas tienen los ojos y las manos al acecho.

En la calle puedes adquirir un cucurucho de patatas fritas, con la salsa que más te gusta (prueba la mayonesa), el gofre de Lieja (con azúcar crujiente), caramelizado o no, la bolsita de pralinés (bombones rellenos de nata o de ganache), las galletas especiadas... En la mesa puedes degustar el waterzooi (pollo o pescado y verduras en salsa blanca), la carbonada (carne de buey cocinada a fuego lento en una salsa aromatizada con cerveza negra), los chicons (endivias), en sopa o gratinadas, la dame blanche (helado de vainilla y sirope de chocolate).

Los pralinés de Corné (en el nº 5 de la galería de la Reine, en las galerías Saint-Hubert) o de Wittamer (en el nº 6 de la plaza del Grand Sablon, donde cada fin de semana tiene lugar un importante mercado de antigüedades). Galletas, pan griego, pan especiado de Dandoy (en el cruce de la rue Charles Buls y de la rue des Brasseurs). Una botella o una jarra de cerveza especial de Gueuze, Kriek, Leffe... descúbrelas en Biertempel, nº 56 de la rue du Marché aux Herbes.