Como es el caso de la mayoría de las grandes ciudades de España, la de Vigo, a pesar de ser excepcional en gran parte de sus características, ha conocido en el siglo XX una ola de industrialización que hizo que se unieran las villas más pequeñas de los alrededores, sumándose a los ayuntamientos de hoy. Esa unión dio paso a la anexión de las parroquias antes separadas entre sí, y su plena y completa integración a la zona urbana.
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