En los primeros años de las primeras estaciones de esquí, no había máquinas pisanieves. Su llegada supuso una auténtica revolución.
Antes, la nieve se preparaba con esquís. De hecho, a principios de los años 60, prácticamente todo el personal que trabajaba en la estación (pisteurs, saltadores de pértiga, gendarmes encargados de la seguridad, etc.) subía a los remontes dos veces al día y luego bajaba las pistas en ángulo recto, uno detrás de otro, con una anchura de unos veinte metros.
Mientras tanto, llegaron las primeras máquinas pisanieves, pero no había ni una por estación y no eran tan avanzadas como ahora. Así que los hombres seguían tirando de rodillos de 1,50 m de ancho. Los primeros peluqueros tenían mucho que agradecer, porque sus condiciones de trabajo eran muy normales: no había calefacción en los peluqueros, se sentaban en incómodas carcasas de plástico y los vehículos ni siquiera tenían desempañador. Fue a principios de los 80 cuando se instalaron las primeras fresadoras en las máquinas pisanieves, lo que les permitió trabajar más rápido, en una zona más amplia y en pendientes más pronunciadas sin provocar avalanchas.