La basílica de Saint-Sernin se construyó originalmente para albergar las reliquias de Saint-Saturnin, primer obispo de Toulouse. En el siglo XI, la afluencia de peregrinos a la tumba del santo mártir hizo necesaria la construcción de una nueva iglesia, mucho más grande.
Así, en la década de 1070, se colocó la primera piedra de la inmensa basílica que hoy nos acoge. El nombre de Saturnino ha sufrido muchos cambios a lo largo de los siglos hasta convertirse hoy en Sernin.