En la calle Princesa –para añadirle pompa–, ocupando los números del 20 al 22, en pleno centro de Madrid, se levanta desde el siglo XVIII en estilo neoclásico el palacio de Lira. Entre árboles e impecables jardines franceses, esta residencia es la predilecta de la Casa de Alba, construida por Ventura Rodrígiuez sobre los planos de Louis Gilbert. Sus 200 habitaciones en más de tres mil metros cuadrados la hacen la propiedad privada más grande de la ciudad y en sus paredes y esquinas se resguarda una de las colecciones de arte más importantes, grandes y respetadas de todo España, cultivada durante quince siglos por los nobles de esta familia.
Desde septiembre 2019 los primeros dos pisos de este palacio –en el tercero vive aún el duque Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo– están abiertos al público, en un museo en el que no solo se ven Velazquez, Goyas y Rubens, sino que se les ve colgados de paredes con papel tapiz y rodeados de sillones y relojes que han pasado de generación en generación, en la casa de una de las familias nobles más importantes del país –y de Europa.