El comienzo del siglo XVII fue un capítulo trágico y oscuro de la historia turca. Tras iniciar dos guerras a la vez, una en el oeste con Austria y otra en el este con Persia, Turquía sufrió importantes derrotas. El imperio perdió los territorios transcaucásicos, cediendo el paso a los persas. Todo ello provocó un declive de la autoridad de Turquía en la escena mundial y debilitó el estatus de su soberano, el sultán Ahmed.
