Tatooine, Medenine, Matmata, Hammamet… son las palabras que vienen a la mente cuando evocamos unas vacaciones en Túnez. Cierto, es el país más pequeño del Magreb; sin embargo, su tamaño no debe inducir a confusión. Este enclave del desierto tiene tanto que ofrecer que no dejará que sus visitantes se aburran ni un sólo instante. Además de dedicar un tiempo para el bronceado en las playas de Yerba o Monastir, el viajero curioso tendrá una gran variedad de atractivos a descubrir. Por ejemplo, el extremo sur del país se adentra en el Sahara y seduce a los trotamundos. Así, los más aventureros podrán montar un dromedario para conquistar Oasis inimaginables. En lo que respecta a su patrimonio cultural, Cartago y la capital Túnez, permiten al viajero sumergirse en el barullo de los zocos y bazares tunecinos, en pleno centro de las medinas. Aunque la arquitectura es impresionante en las ciudades, las construcciones más impresionantes se encuentran en la parte sur del país, como por ejemplo, las famosas casas trogloditas. Al igual que sus vecinos del Magreb, los tunecinos gozan de una tradición culinaria excepcional. Es un privilegio para el paladar degustar la variedad de postres típicos de la región, hechos a base de miel y que se acompañan con té. Los platos de fondo también tienen su protagonismo, nada mejor que probar una chorba como preludio al tradicional Cuscús para disfrutar de la gastronomía tunecina, rica en especies y sobre todo en sabores. ¡Y todo ello a sólo un par de horas de vuelo de la península!